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José Gregorio Padrón y Héctor García


José Gregorio Padrón
 

Comunicador Social egresado de la Universidad Bolivariana de Venezuela, locutor del circuito radial Rumbera Network, poeta. Tiene dos poemarios inéditos, el primero de ellos llamados Diario de un suicida con el que participó en el Concurso de Monte Ávila Editores para autores inéditos 2010, y el segundo Fluidos vaginales, orientado hacia la poesía erótica. 
 
La poética de José Gregorio Padrón es un mar donde confluye la calle, los amores perdidos y recuperados. Es el sentimiento disoluto en el hastío de las vaguedades. Una voz nostálgica y joven que enlaza el placer que dan las letras y la escritura forjada a pie, con la que se construye un mundo por el que vale la pena luchar con todas las armas del pensamiento.


Vacío

Camina esta canción que escribo
con pasos negros y puntos que no encuentran un final
Vuela la canción que canto
que escribo sin terminar
sin encontrar rumbo
Una canción que no canto
¿Es culpable el poeta de no encontrar un fin en su poesía?
¿De no encontrar la mágica red de sus palabras, sus titánicas puertas, de su esplendor infinito, de su fuego, su verdor, de su eterna búsqueda fascinada por lo prohibido?
¿Es culpable acaso de llorar en las noches por la musa ausente?
¿De llorarle a las estrellas y a la luna siempre serena?
¿De beberse las palabras en silencio hasta la más divina sílaba?
Ya ninguna frase sirve para hilvanar mis ecos
Ni la sublime letra que proviene de Dios
Y no duermo
no vivo sin encontrar el final
ese fin último de su belleza en lejanía



Pasillos cáusticos







¿Quién martirizó a las flores en el pasillo cáustico de las gaviotas?



Alguien llamó tristeza a las vertebras crucificadas de mi pecho



Son las esferas las que nutren la soledad en los huesos



redimiendo así el concepto envenenado de los tritones enfurecidos



Oyó la ventisca en la antagónica glosa de su muerte



despertando consigo la ojeriza en el despecho de mi alma



Serán las penas sentadas las qué huyan de la ubre



en el hastío infantil de la vaguedad


No hace falta nada

En las primeras luces
la alborada desciende
cual arisca ave de las montañas
Despierta el crepúsculo abriendo sus ojos a la escarcha sublime del céfiro
Moran las bestias en los pastizales de armiño
¿Cómo encontrar el silbido del viento en la cima del Misti?
Ya no hace falta el sueño imposible del sauce
la inmensa noche azul llena de temblorosos ojos
Ni el encanto del araguaney
del roble
de los alcores rendidos a los pies del gran río
Ya no hace falta nada en este espacio vacío donde todo se transfigura
no hace falta el Dragón y la Cabra
ni el Orión o el Pez Austral
la Lira
el Centauro
el Fénix
ni la Nebulosa espiral de Andrómeda
Ya no hace falta nada en este asilo de sombras y riachuelos
de ardor y lluvia
de súplica y lamento


Laberintos







La ubre del tiempo pasa



nada queda



Sólo destellos de frescos rocíos



lluvia sobre un blanco lirio



Mirad la noche volcada al abismo



Alma que lleva su mano



mano que lleva su alma



Tristeza y rosas



-amoroso símbolo-



De la nada




Bienvenidos al país de las incoherencias
a la floración malsana de este viejo mundo
Sombra
luz
yema
polen
a un tiempo fuimos
Alma huraña con mustios halagos de mujer triste
Somos la mierda de este paraíso
ingenuo
marchito
estéril
¿Dónde encontrar un Dios mancebo que nos brinde la dicha de la gloria?






Canto a la noche

La noche brilló alta en las estrellas.
Y cantaron felices las hadas,
y danzaron en el bosque hechizado.

Paciencia que le canto a la noche solitaria,
y la luna me grita su tristeza y yo la calmo.

Es la hora de la magia,
del encanto,
del silbido que se pierde en las montañas.

Calma y paciencia que le canto a la luna enamorada.
Perdida imagen del ahogo nocturnal de las aves.

Es mi alma la que canta,
son mis ojos los que lloran,
es mi tristeza la que duele y quema mi alma.

Eres tú la que escuchas a lo lejos,
eres tú la que ríes en las sombras.
La que mata la inocencia de las flores,
la que humilla al amor y lo arrodilla ante la miseria.
Eres tú la que rompe y olvida.
La que odia y traiciona.
Eres de la vida un ser anónimo y aturdido del tiempo.
Mortecina y espectral,
de una rosa triste.
 

Amada mía

Luna de media noche,
bella y hermosa de medio día.
Palpitantes como su cabello negro,
sollozantes como el alma mía.
De día hermosa como una palma,
de noche bella como una estrella.
De besos enamorados,
de ojos color canela.
Tan bella era como la noche encantada.
Tan pura era como miel de abeja.
Hasta las hadas sentían envidia,
de su alegría siempre viva.
Y murió la enamorada,
aquel fatídico día,
en donde una encrucijada,
marco el fin de la amada mía.
Era tan puro nuestro amor,
tan bello de noche y día.
Quien se la llevo,
respóndanme ángeles del día,
díganme quien se atrevió,
a romperle el corazón a la amada mía.
Ya han pasado muchos años,
y no encuentro a la enamorada mía,
sólo veo sus besos pasar,
allá en la lejanía.
Ahora se que marcharemos juntos,
allá en la tierra fina.
Y volveremos hacer felices,
como en los primeros días.
Y otra vez haremos el amor,
yo y la muerta amada mía.





Me enamore esa noche de tu sexo,
de tus gemidos,
de tu aroma siempre presente,
de tus ojos rojos carmesí,
llenos de fuego y pasión.

Me enamore de tus labios carnosos,
y de tu llama que ha viva el pecado.

Oh, mujer,
diosa egipcia,
hebrea,
doncella nórdica,
diosa africana.
Para mí es lo mismo,
eres bella en todas tus dimensiones.

Hermosa como la rosa naciente,
bella como el turpial durmiente.



La noche se vistió de gala,
y florecieron en sus ojos,
las estrellas más grandes.

La luna pinto sus cabellos,
con pinceles de espumas,
y adornaron su pelo,
rosas de color angustias.

Oh, hermosa damisela de la niebla,
del paraíso en donde haces tuyo,
el soneto claro de luna.




Lamento

Ella,
siempre hermosa
y sollozante en la noche encantada.
Libre como el viento se aleja en la espesura.
como el celaje,
como la muerte.
Oh, misericordia de los muertos,
regresen,
regresen con mi amada.
Oh, sombras crueles,
Marchitas tumbas de los minotauros.
Regresen con ella,
sepárenla de las sombras.
Oh, muertos nocturnales del inframundo,
malditos como la oscuridad herida,
y fríos como la amada mía.
Regrésenla en el tiempo,
regrésenla para sentir sus besos,
para unirme a ella,
y morir en su lecho.


Esas montañas que se ven a lo lejos

A veces me pregunto que habrá tras las montañas,
Imagino un follaje plateado de rosas azules,
donde caen frutos bajo el cielo límpido
que transporta alguna nube solitaria.

Te imagino andando tras esas montañas,
andando entre derretidos espejos
donde la flor se desfigura.

Donde la suave lluvia resbala por el cuerpo deforme de los árboles.

Imagino que habrán hombres de barro y mujeres de cera,
que anden en la noche,
como invisibles,
en silencio,
en la pesadumbre.

A veces imagino que la tierra allí tiene bordes de tulipanes ardientes,
Que se ve el alba descender en las aves,
como se ve tu rostro reflejado en los cristales.

Imagino que perteneces a ese lugar,
en donde los espesos colores se confunden con tu mirada.
Donde las luciérnagas alumbran los pastos de la discordia.

Tu perteneces a esas montañas,
perteneces al canto silencioso de las hadas,
a las flores que nunca mueren,
a ese territorio en donde la soledad hace descansar al día
con sus tristes aves ocultas.


Penas


Con el frió temor de la noche me arropé en tus sabanas.
Vi como Van Gogh pintaba escenas de muerte,
ya era tarde para dibujar unicornios en tus ojos.

Me hundí en tus secreciones vaginales,
en tu cavidad mal oliente y llena de inmundicia.
Nuevamente Baudelaire brindó conmigo sus rosas del mal,
sólo que esta vez eras más amargas.

¿Quién habla de amor a mitad en la noche?

Descubrí el silencio del verbo bajo la sombra de la nada.
Ella y su alma se habían marchado,
solo su sexo estaba allí,
exhausto de miseria,
Frágil como el barro y frío como el poeta muerto.


Tártaros

Oh infiernos del norte.
Incendio de lágrimas que ahogan la sequía
Hasta aquí llegan sus vientos y cenizas
Caminan los cadáveres descarnados,
Con fugitivas comparsas ancestrales,
Con sonrisas desgastadas.
Quemándose con el fuego de la tristeza y el llanto de las aves nocturnas.
Los pinceles en el lienzo,
pintan los pastos del desierto.
Pintan la rosa blanca derramando su tragedia.
Yo estuve allí,
Caminado entre a ellos,
Muriendo sin poder morir,
Y viviendo sin poder vivir.
Comiendo la arena seca del pantano,
Donde los cuervos se protegen de la noche.
Oh infiernos del norte.
Oh noche magra de abrazos fríos,
Que alumbran la última lámpara del abismo,
sin templos sin dioses,
sólo cuerpos descarnados y árboles caídos,
sólo ácaros devorando la miseria en las sombras.
Yo estuve allí,
quemándome en las llamas putrefactas del infierno,
muriendo sin poder morir,
y viviendo sin poder vivir.


A Bolívar


Puedo ver el frío quebrando los cristales en las paredes,
Sentir la brisa en los árboles espinados,
y ver como rompe el sol en las nubes espumosas de las montañas.
No son más pálidos los espejos,
ni mas altiva la libertad de las aves.
Tuya es la tristeza.
Tuya es la cruz.
Tuya es la eternidad en las huellas de la primavera.
Veo el festín del cuervo y del águila,
en la oda militar de un tiempo sin historia.
Veo la humillación de un Bolívar,
atrapado en su laberinto.
Veo tejer en el viento las palabras del ayer,
y sentir el llamado de los muertos y cumplir
sus últimos votos.
Veo las antiguas auroras descender de los cielos,
en rayos de luces que calman las tristezas.
Hoy no veo otra cosa,
que el pasado en un tiempo sin historia.
Una antigua inocencia de un dios disperso,
enrollado en las sábanas de la deidad.
Hoy sólo veo los muelles en el alba.
Las guerras en la tierra del alma,
y el infinito olvidado en la tumba
de un general.


Te amo, Luz, Te amo


Te amo, Luz, te amo
Porque eres diosa del amor que opaca injusticias.
Cantora altiva de la libertad del día.

Te amo, Luz, te amo
Porqué en la noche estrellada compartimos el pan con los muertos,
Y fuimos herederos de la misericordia del mundo.

Te amo, Luz, te amo
Porqué no supe amarte nunca,
hasta que descubrí el día,
y sentí el viento de los fuegos fatuos romper tu fotografía,
y porqué lloras tus lágrimas de amor velada,
junto a los cristales que
Reflejan tus mirada.

Te amo, Luz, te amo
Porqué en los sentimientos nobles,
de tu memoria,
viaja el canto de los robles.
Porqué perteneces al silencio,
donde la lluvia dejo asomar algunas flores,
donde se ve el alba ascender como una canción que se llevan las estrellas

Te amo, Luz, te amo
Como se ama a una mujer en el firmamento.
Como se ven tus besos en la frente de mis hijos.
Te amo, como en las horas duras de mis pasos.
Como el comienzo del día y en la caída de la noche.
Como se reflejan tus sueños en la primavera de los árboles.
Te amo,
como el olor a mujer desnuda en las mañanas,
como en las tardes cálidas de un octubre lluvioso,
como eso y mucho más,
te amo, Luz, te amo...

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Héctor Luis García Jiménez,  (1958 – No sabemos)

Filósofo, investigador, docente y escritor, en este momento se desempeña como Coordinador Socio Académico en la Universidad Bolivariana de Venezuela de la Sede Valles del Tuy en el Estado Miranda, además de cumplir labores de coordinación y docencia en el Programa Nacional de Formación de Educadores y el Programa de Formación de Grado Estudios Políticos y Gobierno, actualmente está adscrito a la Coordinación de Estudios Avanzados, denominada Dirección de Producción y Recreación de Saberes en la mencionada universidad, ha escrito numerosos artículos de corte académico, además de escribir una serie de cartas dirigidas a seres queridos donde vincula la teoría y la practica como expresión poética, también es autor de numerosos poemas. El profesor García, se ha identificado con las ideas revolucionarias de Nuestro Señor Jesucristo, Simón Bolívar, El Robinson de América, El Abel de Colombia, Karl Marx, Hegel, Mahatma Gandhi, el proceso Revolucionario Latinoamericano iniciado por nuestros antepasados; según él, hoy día continuamos la lucha. El profesor García, egresado de la Universidad Central de Venezuela, participó en los acontecimientos vinculados a la toma del rectorado de la UCV en el año 2001, participó en actividades electorales apoyando al Grupo Tupamaro en el Municipio Urdaneta del Estado Miranda. 





Noche

Negra amarga oscura
Vida rancia
víctima del ser
del amor
Amor desquiciado
nocturno
No duermo
la lucidez implacable sumada al silencio
Silencio que en una oportunidad fue cómplice
Hoy amargo y nocturno




Vida

Frágil y determinante en carrera triunfal
Desechos implacables de dolor
Hedionda y sudada en castigo mutuo
cual relicario sin uso
Vida en salmuera
arrugada
Te amo con tus defectos
Los mismos que te hacen amar




Penumbra

Cuerpo opaco
víctima del odio
Luz tenue
víctima de la vida
Las estrellas apagadas en un cielo negro
Cierro mis ojos
hay luz pero no quiero entrar
Prefiero la penumbra y estar cerca de ti




Monólogo

Te escribo y no me respondes
Lanzo mi grito al aire negro
me marca la angustia
El débil color se esfuma
la noche toma su lugar
No me hablas
me canso pero grito
Los vecinos duermen
Yo no



Ausencia

No estás
Te busco en mi jaula y no estás
en el aire y no estás
Ausencia
me arrodillo agonizante
Alzo mi mirada abro mis brazos y grito
Mis lágrimas brotan




Sueño

Arrogante te alzas sabiendo que deseo cerrar mis ojos
Soñar con ella
su pensamiento lo tengo aquí intacto
Necesito dormir
pero el fulgor de mi vida me lo impide
Al fin cierro mis ojos
y veo la luz





Mañana

Quiero verte
sol maravilloso
Llévate la noche
trae mi esperanza
Canta un gallo
Soy feliz



AMARTE

Mujer
pechos fríos en entrega
Piel suave navegando sin rumbo
amor
El mismo amor que entrega tu cuerpo
maravilloso
Perversa separación que vulnera y mancha
Deseo tu vida
ahora ajena



QUERERTE

Antinomia maldita
Que comparte la magia
la vida
lo maravilloso
Angustia en deseo amargo
cuerpo compartido con quien no me conoce
Quererte deseo bendito y egoísta
Eres mía

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